miércoles, 28 de enero de 2009

Construcciones eficientes, no dependientes del Petróleo

"El edificio desde el que le hablo está en lo alto de las Montañas Rocosas. La temperatura llega a 44 grados bajo cero, no tenemos sistemas de calefacción y para calentar las habitaciones y el agua usamos un 1% de la energía que se gasta normalmente. Nuestro consumo eléctrico es una décima parte del promedio en EE.UU. En 1983, cuando se construyó, el costo extra fue sólo de US$ 16 por metro. Se recuperó en 10 meses". La historia que el estadounidense Amory Lovins (61) cuenta acerca de las oficinas de su consultora, el Rocky Mountain Institute, parece la versión ecológica del 'pierda peso sin dejar de comer'. Pero en su discurso no hay charlatanería ni exceso de optimismo.

Nombrado por The Wall Street Journal como una de las personas cuyo pensamiento puede cambiar radicalmente la industria mundial, Lovins forma parte del debate científico desde 1976, cuando publicó en Foreign Affairs su visión de un EE.UU. emancipado de los combustibles fósiles gracias a la eficiencia energética. Entonces defendió que si las fuentes renovables se habían considerado insuficientes para generar la energía necesaria era porque dentro de eso que se creía necesario había mucho despilfarro corregible. Hoy cuenta entre sus clientes a empresas como General Motors o Shell, que con él mejoran sus credenciales verdes y bajan la factura de la luz. También recibió pedidos desde México, la Argentina y Brasil, para diseñar edificios que minimizan sus consumos corrigiendo las ineficiencias y producen electricidad con el sol de sus tejados, el viento de sus terrazas y el calor que dentro de ellos se genera. Y todo, con un costo de construcción inferior al del edificio tradicional.

P - ­Más baratos y de menor consumo energético... ¿Cómo es que no hay una invasión de edificios eficientes?
- ­La mayoría de las personas no sabe que esto se puede hacer o dónde encontrar a alguien que los diseñe. Aún no hay muchos especialistas pero está cambiando. En Alemania, ya hay unas 10 mil casas pasivas ­que no requieren calefacción­ y cuestan lo mismo que una casa normal. El costo del aislamiento extraordinario se compensa con lo que ahorran al no poner calefacción. Y luego, por supuesto, costo cero para mantener la casa caliente. Hemos desarrollado proyectos por US$ 30 mil millones para 29 industrias, logrando ahorros energéticos que amortizan la obra en 2 o 3 años, con ganancias en eficiencia de hasta el 90%. También hemos triplicado la eficiencia en autos, camiones y aviones.

P- Usted observó que, a diferencia de lo ocurrido en los 70, hoy es el sector privado y no el Estado el que invierte en energías renovables, ¿por qué?
- ­El año pasado, US$ 148 mil millones de nueva inversión privada fueron a las energías alternativas. Algunos son sectores subsidiados, pero casi siempre las ayudas que reciben son menores que las de los combustibles fósiles y nucleares. El auge de las renovables no se debe a los subsidios sino a un modelo de negocio muy sólido: son chicas, rápidas y modulares, con menos riesgo financiero que los proyectos grandes y lentos. En el escenario actual, los mercados hacen inviables los proyectos grandes pero los chicos siguen siendo sorprendentemente financiables. En el tercer trimestre de 2008, la inversión global en alternativas sólo cayó 4%. En el futuro, seguro que cae más, pero está aguantando mejor que las centrales tradicionales.

P- ­¿Cómo afectará a las renovables la caída en los precios del petróleo?
- ­Cuando hablamos de energía alternativa hablamos casi siempre de producir electricidad y en ese sector el efecto es muy pequeño. Hace dos años, el 7% del petróleo del mundo se destinaba a producir electricidad y sólo un 7% de la electricidad era producida con petróleo. Los números hoy son menores y el costo del petróleo no es el más importante en la generación eléctrica. Por otro lado, las energías alternativas se están abaratando mucho mas rápidamente que sus competidoras y dan un suministro más confiable al estar más cerca de los clientes. Casi todos los problemas de suministro se originan en la red: al suprimir la red desaparecen. En Lo pequeño es rentable, elegido por The Economist como libro del año 2002, describimos otros 200 beneficios económicos ligados a las energías alternativas descentralizadas.

P- ­¿El sector necesita dinero público? - ­Si hoy se subsidian las renovables es para competir con los subsidios mucho mayores de los recursos fósiles y nucleares. Sería más barato suprimirlos en todo el sistema energético y dejar que compitieran por sus propios méritos.- ­¿Eso es algo que podría ocurrir?
- ­Los subsidios van a sufrir mucha presión política, especialmente en tiempos duros como los actuales. La gente preferirá pagar su energía a través de las facturas y no de los impuestos, para controlar cuánto le está costando. Probablemente, sólo encontremos resistencias a un planteo así entre los jugadores del mercado energético actual, muy satisfechos con esta situación. - ­Y con un poder nada despreciable. - ­Si no es posible quitarles los subsidios, entonces tendría sentido subsidiar también a las energías más eficientes para nivelarlas. - ­¿Cómo encontrar los recursos para eso en países como la Argentina? - ­Los subsidios no son imprescindibles. Los pobres serán menos pobres si se usa la energía en forma eficiente. En Alaska hay una ley según la cual la energía de la aldea más remota cuesta lo mismo que la de las ciudades con centrales que producen electricidad barata. Hace 20 años, como el subsidio para lograr esto estaba costándole muy caro al Estado, propuse un plan para eliminarlo progresivamente haciendo que las aldeas usaran la energía de una forma 7 veces más eficiente. Hace poco lo pusieron en marcha. Funcionó.

La entrevista fue publicada por el suplemento iEco del Diario Clarín, puede verla completa aquí.


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