domingo, 8 de julio de 2007

Inquietudes Verdes e Hipocresía (II).

El periodista Alex Williams nos muestra en el NY Times una popular visión norteamericana para salvar el planeta : salir de entre suntuosas sábanas de fibra de cáñamo por la mañana y ponerse unos Levi's de algodón orgánico de 245 dólares y una ca­misa biodegradable Armani. Salir del dormitorio de nues­tra McMansión ecológica con luz solar fotovoltaica y pasar a la cocina remodelada con ma­dera reciclada. Entrar al garaje para TRES autos iluminado con luz fluorescente, que ahorra energía y deslizarse tras el volante de un Lexus híbrido de 104.000 dólares. Manejar hasta el aeropuer­to, donde se elige un vuelo de 13.000 kilómetros –recordando comprar reductores de carbono de antemano- y pasar una semana golpeando pelotas de golf hechas de alimento para peces compactado en un balneario ecológico de las Maldivas.

Esa visión de una vida sensible a la ecología como una serie de decisiones respecto de qué comprar resulta atractiva a millones de consumidores y define el actual movimiento ecologista como un 50% de preocupación por el planeta y otro 50% de "elegancia".

Según un informe, unos treinta y cinco millones de estadounidenses compran habitualmente pro­ductos que proclaman su inocui­dad para el planeta, desde lápices de labios de cera de abejas orgáni­ca de la selva occidental de Zam­bia hasta Toyota Priuses. Cada vez son más los compradores que eligen entre los 2.500 productos del nuevo programa Eco Options de Home Depot (
http://notinerg.blogspot.com/2007/07/inquietudes-e-hipocresverdes.html ).

Esas alternativas se ponen de moda a medida que personas fa­mosas preocupadas por el calen­tamiento global aparecen en la tapa del número verde" de Vanity Fair y estrellas como Madonna y The Police se disponen a dar la no­ta en los conciertos Live Earth que se realizan 217 de julio en distintos lugares del mundo. Los consumidores abrazaron la vida verde y, en su mayor parte, el movimiento verde más convencio­nal abrazó el consumismo verde.


Sin embargo, los críticos cuestio­nan la idea de que se puede evitar el calentamiento global mediante la compra de los llamados produc­tos ecológicos, desde ropa y autos hasta casas y vacaciones, cuando el efecto acumulativo de nuestro consumo sigue siendo enorme y peligroso.

"En la actualidad hay una forma de pensar muy habitual que sostie­ne que todo lo que hace falta para evitar grandes catástrofes plane­tarias es tomar decisiones algo diferentes en lo que respecta a qué compramos", dice Alex Steffen, editor ejecutivo de Worldchanging. com, un sitio web dedicado a temas de sustentabilidad. La verdadera solución, señalan él y otros críticos, es reducir de manera signifìcatìva nuestro con­surno de productos y recursos. No basta con construir una casa de vacaciones con madera reciclada. La única forma de reducir nuestra emisión de carbono es tener una sola casa.

Comprar un autohíbrido no servi­rá si se trata del Lexus mencionado (el modelo de lujo LS 600h L) que en la autopista rinde nueve kilómetros por litro. El Toyota Yaris (11.000 dó­lares), rinde 17 kilómetros por lìtro con un motor a nafta común.

El tema de las compras verdes destaca una división en el movi­miento ecologista: "El ecologismo de la vieja escuela de la abnegación versus el de acceder al cielo por la vía de la compra", señala Chip Gi­Iler, eI fundador de Grist (http://www.grist.org/ ), un blog ecológico que proclama que cuenta con 500.000 lectores por mes. "A los verdes tradicionales les preocupa el hecho de que dema­siada gente considera que hay una salida fácil." Las crítícas aparecieron poco a poco en algunas publicaciones ecológicas y en la Web. George Black, editor y columnista de OnEarth, una publicación trimestral del Consejo de Defensa de los Recursos Naturales, cuestionó hace poco el auge de los productos verdes elegantes. Se refirió a artículos que proclaman que el verde es el nuevo negro", vale decir: una tendencia, una moda, "econarcisismo".

Paul Hawken, un escritor y veterano activista ecologista, afirma la que el boom actual de productos ecológicos ofrece una falsa prome­sa. "El consumismo verde es un oxímoron" (un oxímoron es un imposible, un milagro, una inversión de las leyes de la naturaleza de incierto significado), dice. Acusa a los me­dios y a los especialistas en mar­keting de convertir el ecologismo en moda y de distraer la atención de las temas serios. "Nos inclinamos hacia el consu­mo en parte parque ahí es donde está el dinero", agrega Hawken. "Por eso nos encontramos con ano­malías como casas `verdes' de 900 metros cuadrados que construye el administrador de un hedge fund en Aspen. O desfiles de modas `ver­des'. La moda es la inculcación de­liberada de la obsolescencia." Agrega: "La fruta que hay en Whole Foods en invierno se trae de Chile en un 747. Es ridículo. La idea de que hay que tener frambuesas en enero, por más orgánicas que sean, es de una estupidez diabólica".

En su mayor parte, las críticas al consumo verde proceden de ac­tivistas individuales, no de grupos ecologistas convencionales como Sierra Club, Greenpeace y Rainfo­rest Action Network. Una razón por la que los grupos mayoritarios pueden evitar la crítica al consumo estadounidense es que, antes de a reciente era del chic verde, esas grandes organiza­ciones pasaran por años en los que no se prestó atención a sus advertencias sobre el cambio climático. Ahora que el ecologismo está a la orden del día, en parte gracias al a éxito de "Una verdad incómoda", el documental de 2006 de Al Gore, la mayoría de los verdes convencionales opinan que comprar productos ecológicos es un buen primer paso.

John Passacantando, el director ejecutivo de Greenpeace Estados Unidos, sostiene que el consumis­mo verde fue una forma de que los clientes de WaI-Mart superaran los viejos estereotipos de los ecologistas como "hippies que abrazaban árboles" y puedan contribuir a su manera. Eso es crucial, señala, dada la magnitud del calentamiento global. "Necesitamos a Wal-Mart, al hombre común, a los alcaldes y los taxistas", dice. "Hace falta una participación masiva."

Para algunos, el debate sobre qué tanta diferencia hay que tratar de hacer en la vida de cada uno cons­tituye una distracción. No quieren que se haga responsables a los con­sumidores de salvar eI planeta del cambio climático y sostienen que son los gobiernos del mundo los que deben poner manos a la obra. Los consumidores pueden optar por autos más eficientes, pero se senti­rá un efecto mucho mayor cuando se fijen pautas de eficiencia para la totalidad de la industria, como vo­tó el Senado de los Estados Unidos el 21 de junio de 2007, en lo que constituyó el primer aumento significativo de las pautas de kilometraje en más de veinte años.

Este artículo del NY Times fue publicado en Castellano por el Diario Clarín el 8/7/07

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